Borja de Diego – Escritor y periodista

Borja de Diego. Escritor y Periodista

En el Foco es una sección de YANMAG que recomienda el trabajo de profesionales que nos interesan y cuya trayectoria recomendamos seguir

«Escribir es buscar»

Borja de Diego es escritor y periodista con una capacidad asombrosa para adaptarse a diferentes géneros literarios. Trabaja como guionista audiovisual y narrativo, es autor teatral de numerosos textos que han sido estrenados en diferentes salas. Para él todos los géneros conducen al mismo lugar: buscar y provocar sensaciones en el lector o espectador. Y para eso lleva los temas a su terreno, tratando de comprenderlos y empatizar con los personajes y las situaciones.

En YANMAG seguimos con interés la trayectoria de este autor creativo y lúcido y conocemos su trabajo en esta entrevista.

– Eres licenciado en Periodismo ¿qué te impulsó en un primer momento a estudiar esta carrera?


Siendo muy joven me vi atraído por el arte de inventar historias y por tanto por la literatura, en casi todas sus formas, pero no era muy consciente sobre los caminos para un acercamiento profesional. Por mis buenas notas mis padres me animaron a hacer una carrera universitaria y no me atraía mucho la Filología, lo veía como algo ajeno, así que supongo que vi el Periodismo como algo intermedio. Grandes autores que descubría por entonces como García Márquez o Elvira Lindo se movían en estos dos mundos. Disfrutaba leyendo columnas. Parecía que los periódicos eran un territorio propicio para juntar letras. Pensé que, mientras intentaba hacer literatura, a modo de comodín, el periodismo podría darme de comer. Visto cómo está el sector, veo claro que me equivoqué.

– Cursaste un máster en Creación de Guiones Audiovisuales y trabajas habitualmente en esta área ¿qué particularidades tiene este estilo de escritura?


En general, la escritura para llevar a escena o a pantalla es muy dinámica. Tiene sus reglas, que no terminan en realidad de ser ley, y después está su traslación a otro medio que va más allá del papel. Hace muy estimulante intentar marcar un tono, un ambiente o un estilo. Pero sobre todo está el hecho de que al final se trata de un trabajo en equipo: escribo sabiendo que lo que haga va a ir después a otras personas encargadas de dar un mayor empaque a mi trabajo. Esto tiene, claro, sus conflictos y sus sin sabores, pero también sus grandes hallazgos y el consuelo de que, por lo general, el talento compartido mejora en mucho al individual. Como poco consigue que me sienta un poco menos solo, un poco más acompañado.

Borja de Diego preparando el guion de los Premios del Cine Andaluz – ASECAN en el Teatro Lope de Vega

«Al final se trata de un trabajo en equipo: escribo sabiendo que lo que haga va a ir después a otras personas encargadas de dar un mayor empaque a mi trabajo»

– También trabajas como guionista narrativo ¿cómo te adaptas en función de cada proyecto?

Si preguntas por los tipos de géneros, en realidad no veo tanta diferencia porque al final todo es lo mismo: armar la historia y escribirla intentando que refleje algo, que provoque algo, que haga mella en el que lee, observa o escucha. Por lo demás, intento pensar mucho en el proyecto en sí, en qué me sugiere, por dónde debería moverse, qué me gustaría ver… Si el proyecto es una cosa mía, personal, me aferro a qué sentía o pensaba en el momento en que se me ocurrió: qué me ha llevado a esa idea, qué necesidad tenía de llegar a ella. Si es un encargo, me empeño en escuchar y entender a quien me lo encarga, por qué le nace, y sobre todo en llegar a un consenso de lo que estamos buscando. Porque al final escribir es precisamente eso: buscar.

«Al final todo es lo mismo: armar la historia y escribirla intentando que refleje algo, que provoque algo, que haga mella en el que lee, observa o escucha«

– Eres autor de numerosos textos dramáticos que se han estrenado en diferentes salas de Sevilla y también publicado en editoriales. ¿Cómo comenzó tu interés por escribir teatro y por qué te centras en él frente a otros géneros?


Mientras terminaba la licenciatura de Periodismo tuve la suerte de cruzarme con gente de teatro. El género ya me atraía siendo niño, me encantaba leerlo, y mis padres siempre habían buscado estimularnos a mis hermanos y a mí llevándonos a ver todo tipo de espectáculos. Pero fue acabando la carrera cuando por fin conocí a personas involucradas en el sector y descubrí que eran muy generosas, muy abiertas, y no tardaron en incluirme en sus cosas y animarme a escribir. Yo intentaba entonces escribir poesía y estaba acostumbrado a todo lo contrario a esa cercanía: veía círculos cerrados, marcados por las afinidades y no tan interesados en las posibilidades del lenguaje como me sentía yo. Veía mucha performance, mucho personaje, mucho show, y yo solo quería escuchar y leer. Y tal vez por eso tampoco encajaba con el asunto. O sencillamente no se me daba bien, no lo sé.
El caso es que Jose Chía me preguntó si quería ser dramaturgo y de repente, casi sin darnos tiempo a conocernos, estaba escribiendo mi primer espectáculo para su compañía. Lo estrenamos y probé aquello de que otras personas recojan tu trabajo para hacerlo suyo, crear un ambiente, comprobar cómo reacciona al público… Me enamoré de ese vértigo y tuve la suerte de que llegaran más encargos y más textos. En parte por eso me he centrado en escribir teatro, porque me lo han ido encargando, casi por accidente. Y por esa sensación de pertenencia, que era algo que yo buscaba, y me encontré con que ya me llamaban “dramaturgo” desde el primer día aunque yo no tuviera ni idea de lo que estaba haciendo. Pero también está esa sensación de escribir para los chamanes, para participar en el bello hechizo de la representación en el tiempo presente: los actores encarnan la historia para el espectador en un aquí y un ahora, y me siento con la fortuna de haber podido hacerlo posible. No creo que haya un género más cercano a esto, ni más poderoso.

«Probé aquello de que otras personas recojan tu trabajo para hacerlo suyo, crear un ambiente, comprobar cómo reacciona al público… Me enamoré de ese vértigo y tuve la suerte de que llegaran más encargos y más textos»

Borja de Diego conversando con el director Antonio Doblas durante los ensayos de El Peso de Judas. Fotografía Salvador Gil

– ¿Cómo describes tu proceso creativo?

Ni idea, la verdad. Mi pareja, Almudena López Molina, es muy meticulosa, muy organizada, y la envidio. Yo intento centrarme y organizarme. Por ejemplo, intento documentarme leyendo y viendo mucho sobre lo que sospecho que me puede servir para lo que estoy escribiendo. Pero veo que ella toma notas y yo no. O no muchas. O las tomo y me olvido de dónde. Después intento ser estricto con los horarios, sentarme y teclear. Intento planificarme, definir una estructura y todo eso. Pero a la hora de la verdad, me olvidaré de todo y me lanzaré a la aventura. Sigo mi intuición, confío en las corazonadas. Hago ejercicio físico para no sobrecargar la mente. Si me atasco, me ducho. Y no sé, confío en que llegaré a alguna parte. A veces hay un chispazo y siento que me agarro a algo, como el Principito arrastrado por las estrellas fugaces. Por el camino corrijo mucho, pienso mucho, sufro mucho. Y tal vez por eso, cada vez intento organizarme más y mejor, porque sé que los mapas son útiles, pero también que me haré trampas al solitario y terminaré abriéndome paso entre la maleza apostándolo todo al impulso del machete.

«A la hora de la verdad, me olvidaré de todo y me lanzaré a la aventura. Sigo mi intuición, confío en las corazonadas»

– ¿Cuáles son los temas que más te interesa tratar en tus obras?


Como te decía, tuve la suerte de empezar asumiendo encargos. Lo primero ha sido siempre buscar la forma de hacerlos un poco míos. Por ejemplo, he hecho monólogos dramáticos de personajes históricos y me he empeñado en humanizarlos, porque si no ni yo los querría ver. Hace poco que he empezado a escribir mis cosas y lógicamente los temas no escapan a las inquietudes de mi generación. Me alegra haber abordado la Gran Renuncia, por ejemplo, o los ambientes tóxicos en los puestos de trabajo. Ahora me ronda por la cabeza esta angustiante sensación de vivir sin horizonte, sabiendo que nunca conoceremos la estabilidad de nuestros padres. Desde el teatro infantil he podido hablar de la mentira de la meritocracia… Y en el campo de la comedia, me pueden demasiado el humor negro y la sátira política. Creo que este baturrillo refleja el caos que es mi cabeza.

«Tuve la suerte de empezar asumiendo encargos (…). Hace poco que he empezado a escribir mis cosas y lógicamente los temas no escapan a las inquietudes de mi generación»

– ¿Qué sensaciones tienes al ver tus obras representadas en escena?


Es algo muy potente, sin duda, pero me genera también nervios, una cierta sensación de fragilidad y sobre todo extrañeza. Por momentos puedo llegar a disociar. Me pregunto si de verdad lo que he escrito puede interesarle a alguien, si tiene algún sentido para el espectador, porque al final el teatro, no deja de ser comunicación. También es muy satisfactoria la sensación de conectar con el público. Cuando los espectadores se ríen, por ejemplo, y compruebas que la comedia funciona. O con los espectáculos familiares, que me han traído mis mayores satisfacciones porque los niños se entregan sin reservas. En fin, es muy bonito conectar, porque vuelve a hacer que me sienta menos solo. Pero lo curioso es que cuantas más cosas se estrenan, cuanto más hago, más nervioso me pongo y más inseguro me siento. Supongo que antes era más ingenuo, yo qué sé…

– También has escrito novela y poesía, ¿qué te hace decidirte por un género u otro para escribir: es la temática la que lleva a desarrollarla en un género determinado o es el propio género el que desarrolla la temática?


Uy, no lo sé. Honestamente, el género lo decide el encargo. Ahora me contratan para escribir novelas, pues novela. Ahora es audiovisual, pues audiovisual. Y, de momento, cuando sale de mí, tiene forma de teatro. Supongo que cada género te permite llegar de una manera u otra a quien intentas alcanzar. Pero más que eso me preocupa encontrar el tono, la energía, las sensaciones de lo que quiero contar, que el género en sí. Al final tengo la sensación de seguir escribiendo poesía, me mueva por donde me mueva.

Borja de Diego. Fotografía Florentino Yamuza

«Más que el género de lo que escribo, me preocupa encontrar el tono, la energía, las sensaciones de lo que quiero contar, que el género en sí»

– ¿De qué proyecto te sientes más orgulloso hasta el momento?

Me han hecho muy feliz mis primeras experiencias con el teatro familiar. Lógicamente, porque los niños son un público salvaje y viven la experiencia de ser espectadores como nadie. También ha sido para mí una forma de volver a sentirme niño y probar cosas que me apetecían mucho, como la estructura interactiva, al tiempo que acercaba el teatro a los videojuegos y me creía que hacía algo más o menos parecido a las aventuras gráficas con las que crecí. Tuve la suerte, encima, de que las protagonizara un actor fantástico del que tengo la suerte de ser amigo, Álvaro Prados, y verme al fin haciendo con él parte de este camino repleto de baches y espinas.

– ¿Qué proyectos te gustaría realizar en el futuro?


Ahora que me veo sin encargos me he puesto con lo que decía, cosas mías. Estoy documentando la vida de mi tío abuelo Juan de Diego, deportado en el campo de concentración de Mauthausen, con la idea de escribir sobre él. No sé si sobre la vida en Mauthausen, que por fortuna se ha contado mucho ya, o lo que le supuso esta terrible experiencia a largo plazo. Este impulso está coincidiendo además con este auge absurdo de los fascismos y esa oleada revisionista y negacionista del horror nazi, así que no sé si me arrastrará hacia la memoria histórica. Lo que sí me gustaría es poder contar con unos mínimos recursos para este trabajo, que requiere mucho de mi tiempo solo en revisar la ingente documentación que recabó mi tío Enrique Urraca y tantas otras personas e instituciones decididas a que el horror no se olvide. Aunque sea para no sentirme solo haciendo ese camino.

«Estoy documentando la vida de mi tío abuelo Juan de Diego, deportado en el campo de concentración de Mauthausen, con la idea de escribir sobre él»

– ¿Cómo es tu tiempo cuando no trabajas?


En mi casa es difícil distinguir entre un tiempo que sea de trabajo y otro que no. Pienso mucho, leo mucho, me obligo a ir a un gimnasio y me pregunto qué voy a hacer con mi vida. Aunque entiendo que el tiempo que dedico a preguntarme de qué voy a vivir sigue siendo tiempo de trabajo. Me gusta ver a los amigos, aunque debería hacerlo más. Me gusta jugar al ajedrez y me gustan los videojuegos. Ahora he empezado a jugar a rol y me llama mucho lo de inventar aventuras, que obviamente tiene su dramaturgia. También me gusta el cine, verlo en casa y sobre todo ir a las salas. Me gusta ir al teatro, intento ir mucho. Y por el camino, haga lo que haga, le doy muchas vueltas a la cabeza, se me vienen ideas y son tantas que hacen que me sienta acorralado.

– Un deseo que te gustaría se hiciera realidad:


Que eso de hacer carrera literaria tuviera únicamente que ver con escribir.

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