Vicente Monroy – Escritor y Programador en Cineteca Madrid

Entrevista y fotografías Berta Delgado

«Deseo que el arte nos haga más libres»

Vicente Monroy es escritor y programador en Cineteca Madrid. Es autor del ensayo Contra la cinefilia, una visión lúcida y crítica sobre el mundo excesivamente autorreferencial del cine. Junto al director artístico Luis E. Parés, Vicente Monroy ha alcanzado un gran éxito de asistencia en la Cineteca, conectando con un público diverso.

En esta entrevista conocemos a este profesional inteligente y amable que, con una perspectiva amplia y valiente, está renovando el panorama del cine en Madrid.

– ¿De dónde viene tu pasión por el cine?


De mis padres. Cuando era pequeño, todos los fines de semana, nos ponían a mis hermanos y a mí películas de los hermanos Marx, Billy Wilder, Buster Keaton… Todavía me siento como un niño cuando se apagan las luces de la sala de cine y empieza una película.

– ¿Te consideras un verdadero cinéfilo?


Mi visión del cine ha cambiado mucho con el paso del tiempo. En algún momento, sobre todo de adolescente, fue una vía de escape de una realidad que no me gustaba. Era un muchacho taciturno y solitario. En el cine me olvidaba temporalmente de mi soledad. Hoy, en cambio, creo que el cine no debe ser una vía de escape, sino todo lo contrario, una forma de hacernos más conscientes del mundo que nos rodea. El cine debe servir para acercarnos a los demás y hacernos más humanos.
Creo que lo mejor del cine ocurre a la salida de la sala: no son las películas, sino las conversaciones que estimulan.

«el cine no debe ser una vía de escape, sino todo lo contrario, una forma de hacernos más conscientes del mundo que nos rodea»

«lo mejor del cine ocurre a la salida de la sala: no son las películas, sino las conversaciones que estimulan»

– Eres autor de un ensayo titulado Contra la cinefilia, donde desarrollas la idea de que la obsesión por el cine puede llegar a enfermar a sus amantes. ¿Qué respuesta has tenido por parte de los cinéfilos?


De todo tipo. La cinefilia no es muy receptiva cuando se cuestiona sus fundamentos. Es una cultura en cierta medida endogámica, obsesionada con ciertos mantras y con pocas conexiones con otros ámbitos del pensamiento y el arte contemporáneo. Esto ha provocado que el cine actual se vuelva autorreferencial y melancólico, un arte encerrado en sus propias obsesiones. En el ensayo planteo que el cine debe desligarse de la industria y los festivales, salir de las salas, reescribir su historia, empaparse menos de la luz de la pantalla y más de la luz del sol, volver a sus orígenes, cuando todavía todo era posible, aprender de las otras artes y dialogar con la realidad. No hay nada peor que el cine hecho por y para cinéfilos.

«La cinefilia no es muy receptiva cuando se cuestiona sus fundamentos»

«En el ensayo planteo que el cine debe desligarse de la industria y los festivales, salir de las salas, reescribir su historia, empaparse menos de la luz de la pantalla y más de la luz del sol»

– ¿Cómo te convertiste en programador de cine?


Luis E. Parés, el actual director artístico de Cineteca Madrid, leyó Contra la cinefilia y quiso trabajar conmigo. Él también tenía el convencimiento de que el cine debe servir para tender puentes entre los espectadores y el mundo. Su proyecto era estupendo, ponía mucho énfasis en el deseo de abrir las puertas de la institución, convertirla en un espacio para el encuentro y el diálogo, mucho más que un simple espacio para la proyección de películas. Así que me sumé al equipo. Estoy muy agradecido por esta oportunidad. También colaboro con otras instituciones como la Academia de Cine Español, donde me permito hacer programas puntuales muy ambiciosos.

– Después de dos años como programador de Cineteca Madrid, ¿cómo valoras el momento en el que se encuentra la institución y cómo ha cambiado en este tiempo?


Cuando llegué en enero de 2022 la situación era desoladora. Las salas estaban prácticamente vacías. Todavía había muchas restricciones por el Covid y la industria y el público buscaban alternativas. El principal reto ha sido traer al público de vuelta, recordarle que la experiencia de la sala es incomparable con la del cine en casa. No era fácil, pero el esfuerzo ha merecido la pena. Es una suerte trabajar con un equipo de gente como el de la Cineteca. El mes pasado tuvimos casi 6200 espectadores, es una cifra extraordinaria.

«El principal reto ha sido traer al público de vuelta, recordarle que la experiencia de la sala es incomparable con la del cine en casa»

«El mes pasado tuvimos casi 6200 espectadores, es una cifra extraordinaria»

– ¿Con qué criterios realizáis la programación de la Cineteca?


Tenemos tres líneas fundamentales de programación. En primer lugar, Matadero Madrid es una institución dedicada a la creación española contemporánea. Todas las semanas tenemos entre uno y tres estrenos que no encuentran su espacio en las salas comerciales. En segundo lugar, queremos que Cineteca Madrid sea un espacio para redescubrir y animar a reescribir la historia del cine. Dedicamos programas a distintos temas y autores que incluyen películas de culto, clásicos, documentales,
cine de vanguardia y serie B. En tercer lugar, nos gusta expandir los usos de la sala de cine, romper su aura, abrirla a otras actividades.
Todos los meses nuestra programación incluye conferencias, performances, programas de música de vanguardia (en la sala a oscuras, una experiencia fantástica) y proyecciones de videoarte.
Recientemente hemos recuperado las sesiones en formato analógico de 16mm y Super 8mm.

– Dedicáis muchos programas al cine por mujeres. ¿La historia del cine se está replanteando a sí misma igual que otros ámbitos de la historia del arte?


Por desgracia, la visión dominante de la historia del cine sigue siendo muy parecida a la de hace medio siglo, con Hollywood como núcleo irradiador y el cine de autor de corte europeo como única alternativa
sofisticada. Hollywood representa el sometimiento a la industria y el cine de autor representa el culto a la personalidad. Dos corrientes dominadas por figuras y visiones masculinas. Pero existen otras muchas historias del cine, solo hay que ir a buscarlas más allá de las modas y los festivales. El cine ha querido ser también una herramienta al servicio de la idea de un mundo mejor. Nuestro objetivo es contar también esas otras historias. Reivindicar el cine hecho por mujeres es reivindicar una historia del cine distinta, más justa.

«existen otras muchas historias del cine, solo hay que ir a buscarlas más allá de las modas y los festivales»

«Reivindicar el cine hecho por mujeres es reivindicar una historia del cine distinta, más justa»

– ¿Qué tipo de público tenéis?


Creo que la prueba de que estamos en el buen camino es que estamos conectando con públicos muy diversos e imprevisibles. No solo en términos de edad, también de carácter. Cinéfilos muy exigentes y
amantes del cine popular, personas interesadas en el arte o en la música… incluso freaks del cine de terror o el anime. Este es un gran reto para el programador y una de nuestras grandes preocupaciones: queremos que en nuestras salas haya sitio para todos.

«la prueba de que estamos en el buen camino es que estamos conectando con públicos muy diversos e imprevisibles»

«queremos que en nuestras salas haya sitio para todos»

– ¿Tenéis mucho público joven?


¡Sí! Lejos del lugar común, la experiencia me dice que los jóvenes son muy curiosos y tienen ganas de descubrir cosas nuevas. Conectar con el público joven es otra de las grandes preocupaciones del equipo. No solo como espectadores, sino también como cineastas y programadores. Dos de los proyectos más importantes de Cineteca son Dentro Cine, una escuela de cine para jóvenes en riesgo de exclusión social, y Cinezeta, un equipo de jóvenes programadores.

– ¿Qué es lo que más te gusta de tu trabajo?


Los encuentros con el público. La sensación de estar frente a cien o doscientos espectadores, presentando una película, y sentir que conecto con ellos, que puedo hacer que vean una película de otra manera, que se liberen de ciertos complejos… Creo que el valor de un programador se mide en el momento del contacto con el público. Se puede cambiar completamente la experiencia de una película con solo cinco minutos de presentación, eso es muy importante. Es el poder de los relatos.

«el valor de un programador se mide en el momento del contacto con el público»

– Hablando de relatos, tu carrera profesional oscila entre la programación de cine y la creación literaria. ¿Cómo compaginas estos dos mundos?


Para mí son indisociables. Escribo relatos y poemas desde que tengo memoria. El trabajo literario es mi verdadera vocación, pero a veces puede ser un poco solitario, y a mí me gusta mucho la gente, la fiesta, la conversación. Soy muy curioso, la cultura me interesa en un sentido muy expansivo. Detesto a los escritores que viven demasiado encerrados en su burbuja literaria. La programación de cine me mantiene en contacto con la gente y es muy estimulante.

– También tienes formación como arquitecto y eres traductor. Acabas de traducir y prologar un libro sobre François Villon y otros poetas medievales. ¿Por dónde te gustaría seguir en el futuro?


Me consuela pensar que esa diversidad de intereses es fundamental en lo que hago. De todas formas, no podría prescindir de ella, soy de naturaleza expansiva y un poco dispersa. Lo compenso con mucho
esfuerzo y capacidad de trabajo en equipo. En el futuro me gustaría poder seguir compaginando mis proyectos personales con mi trabajo como gestor cultural.

– ¿Cómo es tu tiempo libre?


Me cuesta mucho dibujar la barrera entre el trabajo y el ocio. Leer, escribir, ver películas, visitar edificios o exposiciones… Ahora todo eso forma parte de mi trabajo. En mi tiempo libre me gusta mucho cocinar.
Empiezo a sospechar que es mi verdadera vocación.

– ¿Cuáles son tus próximos proyectos?


Estoy trabajando en dos proyectos literarios. Un libro de relatos y un ensayo sobre cine. También tengo un libro pendiente sobre una de mis mayores obsesiones: el proyecto irrealizado de Sergéi Eisenstein de
adaptar al cine El capital de Marx.

– Un deseo que te gustaría que se hiciera realidad.

Que el arte nos haga más libres.

«Deseo que el arte nos haga más libres»

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